Automedicación, una práctica arraigada en México

El especialista indicó que sólo cuando apremia el dolor, por sangrado o en una situación de gravedad, los mexicanos visitan al médico, pero si se trata de una cuestión aparentemente controlable por los pacientes recurren a la automedicación.

Además, en muchos casos y por costumbre arraigada prefieren administrarse el resto de los medicamentos que quedaron de la ocasión anterior, en dosis y horarios que vagamente recuerdan, o llamar por teléfono a un conocido para preguntar acerca del mal que les aqueja.

Palma Aguirre subrayó que “en México esa práctica es muy común. Los adultos usualmente compran su medicina en las farmacias y las recetas no se respetan porque los productos se pueden conseguir sin ellas.

El universitario indicó que los pacientes confían en recomendaciones familiares. “Si le funcionó a la abuela, a la madre, los hijos, sobrinos y nietos, resultan consumidores cautivos”.

Otro factor son las personas que laboran en farmacias, quienes apoyadas en el vademécum (diccionario que enlista los medicamentos) suelen recomendar productos disponibles en esos establecimientos.

Sobre la proliferación de consultorios que se ubican en las mismas farmacias, consideró que son confiables por la exigencia laboral para que trabajen médicos titulados (cédula profesional).

Asimismo, la Ley General de Salud establece que farmacias y consultorios deben estar separados al menos por un muro divisorio, así que cuentan con la especificación para prestar el servicio.

Esa opción no desplaza los servicios de la seguridad social, sino que los complementa, debido a la saturación en esas instancias.

Sobre los medicamentos genéricos, Palma Aguirre aseveró que también son confiables, pues deben ser evaluados por terceros autorizados por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), que son centros de investigación donde realizan pruebas que demuestran confiabilidad en calidad, eficacia y seguridad.

Los pacientes recurren a ellos porque son más económicos (hasta 50 por ciento) que los de patente.

En cuanto a la caducidad es posible consumirlos dos meses después de la fecha señalada en la caja. La fecha de caducidad está respaldada por pruebas de estabilidad acelerada a mediano y largo plazos.