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Opinión

El Beso

Pensándolo Bien.

La psicóloga española Raquel Aldana nos dice que besamos por placer y por compromiso, besamos de forma apasionada lenta y suavemente, besamos para calmar los ánimos, besamos con calidez, besamos con frialdad, nos saludamos con un beso y nos despedimos con él. 

A través de nuestros labios transmitimos una inmensa cantidad de sensaciones. Por ello se dice que el beso es un barómetro emocional y cuanto más profundo y entusiasta sea, más saludable se percibe la relación. 

Lo cierto es que nuestra fisiología evoluciona muy lentamente y, aunque racionalmente nos cueste entender que en ciertos aspectos nos guiamos por instintos o impulsos inconscientes, en verdad desarrollamos una infinidad de patrones de acción derivados de estos hechos.

De todas formas, aunque desde la perspectiva evolutiva se considere el beso como un barómetro de las relaciones en el ser humano, no parece que sea estrictamente necesario para nuestro desarrollo. A principios del siglo XX el científico danés Kristoffer Nyrop publicó una investigación sobre tribus finlandesas, cuyos miembros se bañaban juntos, pero consideraban indecente besarse.

En 1897, el antropólogo Paul d´Enjoy indicó que los chinos entendían el beso en la boca como algo tan horrendo que se podría hasta considerar canibalismo. Otro ejemplo lo tenemos en Mongolia: hay padres que no besan a sus hijos varones, pero les muestran su afecto oliéndoles la cabeza.

No obstante, en nuestra cultura, besar a la persona de la que estamos enamorados activa el centro cerebral del placer, el área tegmental ventral. Para que nos hagamos una idea, esta zona se activa con el consumo de drogas, por lo que, a partir de aquí, se explica el alto potencial adictivo que tiene el beso.

De todas formas, lo importante e incuestionable es que, al margen de todas las explicaciones, a través de los besos llegamos a transmitir una inmensidad de mensajes neuronales y químicos que percibimos en forma de sensaciones táctiles, excitación sexual, intimidad, cariño…; pero, tal y como afirma Chip Walter (autor de “Last Ape Sanding/El Último Simio de Pie”), el beso se resiste a una disección científica completa y es que el aparentemente sencillo y natural acto de besar oculta complejidades insospechadas. 

Por todo ello es que la búsqueda de los secretos que albergan la pasión y el amor aún no ha finalizado…. El romance renuncia a regañadientes de sus misterios; y esto quizás sea, en cierta manera, porque nos gusta que sea así.

(Hasta aquí Raquel Aldana).

Queda claro que la definición del beso llevó a los investigadores al centro cerebral del placer humano (lo que explicaría el pánico al beso en la boca de los chinos del siglo 19) y encontraron que el área que domina la adicción al beso resulta ser la misma que se activa con el consumo de las drogas prohibidas (lo que por el contrario explicaría el apego de la cultura occidental del siglo 20, adicta al placer del beso en la boca).

¡Dios mío!, ¿Eso quiere decir que todos nos iremos derechito al infierno por el pecado de besarnos en la boca como artistas de Hollywood?

Lo que aparece como una verdad de a kilo es la frase final del texto de Raquel Aldana: “El romance renuncia a regañadientes de sus misterios; y esto quizás sea en cierta manera porque nos gusta que sea así”. Simplemente…

Piénsele bien y seguiremos platicando.

jperezrobles@gmail.com

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