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Malvavisco de coco, una «suave» tradición con más de 70 años en Mazatlán
Este dulce se ha convertido en un ícono de la ciudad y es buscado por locales y extranjeros que se han rendido ante su sabor y esponjosidad.
FOTO: Enrique Chang.
La gastronomía de Mazatlán es rica y variada, desde comida a la plaza como el tradicional asado, hasta los picantes ceviches o aguachiles y la campechana caliente, enamoran el paladar de quienes visitan esta tierra.
Desde hace más de 70 años existe un postre que a la fecha se ha convertido en uno de los más icónicos del puerto, estamos hablando de los llamados «suaves».
Este esponjocito malvavisco, con sabor a coco y «empanizado» con coco rallado, es sin duda un ícono y todo aquel que lo prueba se engancha con él, al grado que se ha llevado a tierras lejanas de Estados Unidos, Canadá y Sudamérica.
La historia inicia en 1950, cuando la familia García García en sus inicios, además de este bombón, fabricaban pepitorias, muelas y otros dulces típicos mexicanos, pero que al ver la popularidad de los primeros y la originalidad optaron por enfocarse en ellos.
María del Carmen García es hija de este matrimonio, aunque dos de sus hermanos también fabrican suaves y conocen el proceso de preparación con los ojos cerrados; sin embargo, hay recetas, como la esponjosidad del suave, que su mamá se ha guardado por más de 70 años y que solo le reveló a ella, antes de fallecer.
«Fueron ideas de mi papá y de un amigo de él, pero la idea de que fuera más esponjoso fue de mi mamá, fue la que lo logró, ella probaba y decía que estaba duro, que le sobraba, que le faltaba, ¿qué hicieron?, no sé, nunca nos ha querido decir y se quedó en la receta», declaró.
Lo que hace más rico a los suaves, es precisamente que estos son elaborados con un proceso 100 por ciento artesanal, el cual, si bien, tiene algunas máquinas para la preparación de los ingredientes, todo lo demás se hace por un grupo de empleados de forma manual, como el corte, la separación de los cuadritos y el embolsado.
El proceso va desde el tueste y la molida del coco, la elaboración de la pasta, el colocado en unas mesas donde se le da forma de «hoja» para que, después de cerca de una hora, una vez que seca la pasta, comience el corte hasta el empaquetado.
Todo esto se hace diario y en una producción de aproximadamente 2 mil bolsas al día, mientras que en sus inicios solo elaboraban cerca de 50 unidades.
La fábrica de «suaves» está sobre la calle Germán Evers, en el número 61, en el sector Centro, fácil de identificar al ser una vieja casona de color amarillo, con un su letrero en la parte exterior; ahí lo puedes encontrar en bolsas de retazos de cinco pesos o bolsas desde los 23 pesos.
Pero no solamente ahí puedes encontrar los «suaves», sino que tienen diversos puntos de venta oficiales, cómo en mercados, tiendas de conveniencia y restaurantes, quiénes distribuyen como proveedores este postre identificado con un «dinosaurio» a los visitantes.
La idea, expuso María del Carmen García, es la de mantener el toque y la esencia que le imprimió desde un primer principio su madre al proyecto; sin embargo, no están cerrados a innovar con suaves cubiertos de chocolate o, inclusive, bolis de suave, en la temporada de calor.
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