Deportes | 03/08/2017 | Notimex
Ciudad de México.- Creer en una misma, creer en cristalizar sueños e ilusiones y creer en romper sistemas, es el mayor legado que siente aportar Ana Gabriela Guevara para celebrar el Día Internacional de la Mujer en México.
La sonorense, que apenas hace unos días cumplió 40 años de edad, recibió a Notimex en su oficina en el Senado de la República en donde tiene colocadas las más significativas medallas conquistadas durante su desempeño como atleta, entre ellas la de plata en los Juegos Olímpicos Atenas 2004 y la de oro en el Campeonato Mundial de Atletismo París 2003.
“El hecho de haber sido atleta, de haber sido campeona mundial y medallista olímpica, son motivo de festejo, de haber dado esa dignificación y ese empoderamiento de la mujer mexicana, y esa visualización también de verse en algún escenario”, expresó.
Está consciente con el hecho de que en las demás profesiones, donde destacan muchas mujeres, no existen Campeonatos Mundiales ni Juegos Olímpicos y por consiguiente no tienen los reflectores que ella concentró, pero son igual de trascendentes en la conquista de muchos espacios.
Sabe que hay muchos motivos para festejar este día y también sabe que en el andamiaje y construcción queda mucho por hacer en la vestimenta, la cuestión ideológica, cultural, social, educativa, los usos y costumbres, mujeres que no tienen voz, ni voto, ni decisión. “Nuestro México tiene ese mosaico multicolor”.
Su aporte en el desarrollo de la mujer en el país, lo explica con una palabra: Creer, porque siente que es la mayor contribución que ha dado a niñas, adolescente, madres y adultas mayores.
La especialista en 400 metros planos en atletismo, explicó que “me tocó tener que creer en mí misma, primero, estando en una disciplina, enfrentarme ante un reto social y un sistema donde no había y no tenía ni una línea de seguimiento, ni tampoco de cómo empezar o cómo hacerlo”.
La palabra creer tomó auge, ya no fue sólo suya, fue de una población que comenzó a creer en la atleta, en su trabajo y dedicación y se cristalizó en una credibilidad colectiva hasta convertirse en la atleta número uno del mundo, en poner en alto el nombre de México y el hecho de ser mujer y mostrar a las demás que cada una desde su lugar podía tener la ilusión de creer en sí misma.
Analiza que esto contribuye con una nueva generación que llega con otra visión, que ya tiene la línea que ella no tuvo, que encuentra una referencia, porque hay un parteaguas, hay un antes y un después, y es un ejército que no frena.
Pero no todos creyeron y ve que es algo que no ha cambiado y hasta se vuelve una condicionante, pero ella sacó fuerzas y esa flaqueza, tropiezos y desilusiones los convirtió en fortalezas, porque ya no se podía detener.
Su mayor logro es ser mujer, haberse metido en una disciplina sin referencias y “demostrar al propio sistema que sí era posible". Enfatizó que su apuesta fue “a un número nuevo, a una disciplina nueva. Una apuesta en una ruleta donde ni siquiera existía la posición para entrar a jugar. Esa ha sido la mayor satisfacción”.
El 15 de enero de 2008 anunció su retiro y a partir de entonces tuvo tiempo para ver a Ana Gabriela en competencia a través de la magia del video y se emociona tanto al verla que llega al llanto.
Cuando estuvo en competencia sólo tuvo tiempo para la concentración, para la salida, para zancada tras zancada, para acelerar aún más en determinado tiempo y distancia, y no tuvo sentimientos para otros factores.
Ya en la comodidad de su sala, ve sus carreras y con otra madurez desmenuza detalles y “me emocionan al grado del llanto. Sí he llorado, porque estoy en otro canal, estoy más perceptiva, más sensible de las cosas y de las cosas más emotivas”.
En la mesa está la medalla de oro que ganó en los 400 metros planos en los Juegos Panamericanos Río 2007, pero la que más le satisface de todas es la ganada en el relevo 4x400 metros, de esa misma cita.
La sonorense recibió la posta en quinto lugar, pero no solo eso, una desventaja de más de 20 metros de las punteras, y empezó a correr como una máquina veloz y en los últimos cien metros empezó a rebasar y sobre la línea de meta conquistó para México la histórica medalla de plata.
“La veo y la veo y me pregunto ¿qué hice?”, compartió, pero hasta la fecha no tiene respuesta, sólo sabe que “estando ahí vas con la inercia, el ímpetu, corazón y espíritu, y me vuelvo a preguntar ¿qué hice?”.
La adrenalina fue a tope e hizo una comparación a lo vivido en la pista con las sesiones en el Senado. “El corazón palpita a mil por hora en una final olímpica y creo que en lugar de sangre hay plomo. Debes tener un temple y serenidad para saber lo que está en juego”.
Agregó que “el reloj legislativo camina totalmente distinto. Quisieras que el cronómetro y esa meticulosidad con la que tienes que hacer día con día (como atleta), que mejores centésimas y milésimas de segundo, pues siguiera funcionando, y acá camina de otra forma”.
Enfatizó que “en el deporte inviertes tu vida, duermes para entrenar, comes para entrenar, entrenas para ganar y dedicas todo para obtener un resultado, y acá pasa exactamente lo mismo”, además de asegurar que seguirá en la política esperando lo que venga ya que no está peleada con el destino.