Seguridad | 08/29/2017 | Ernesto Torres
Mochicahui, Sin.- ¡Se llegó la hora, señora! ¿nos lo podemos llevar? Preguntó el personal de la funeraria donde velaban los restos de Roberto Corrales a su madre; Mirna Nereida Medina Quiñones.
Pese a que ella se había mantenido firme, con temple y fortaleza, no pudo más, rompió en llanto y abrazo el féretro, mientras gritaba y lamentaba: "¿Por qué no lo encontró antes?".
Después, el cortejo fúnebre salió hacia Mochicahui, ahí permaneció por un horas... "Aquí se los traje, mi muchachito, mi chacharitas", decía la activista al recibir apoyo de sus familiares, quienes vieron crecer a Roberto, por lo que dicen: "siempre estaba feliz, siempre andaba cantando".
Rezaban y lloraban, algunas de Las Rastreadoras miraban y abrazaban a quien las impulsa a seguir, a quien les da las fuerzas para no desistir en la lucha y las búsquedas de sus hijos desaparecidos, pero que esta vez estaba quebrada, pues había encontrado a su hijo, pero no como ella esperaba... Lo halló sin vida en una fosa clandestina.
Fueron tres años de duelo, decía que estaba preparada, pues cada fosa, cada cuerpo que encontraban, vivía un luto y un dolor colectivo, pero esta vez era su hijo Roberto y su rostro era otro, reflejaba el dolor.
La música sonó... "te vas ángel mío", "Cruz de olvido", "el muchacho alegre",entre otras y el himno de Las Rastreadoras se escuchaba por las calles de Mochicahi, mientras amigos, familiares, su padre Roberto Corrales, Mirna Medina y su hijo Diego, caminaban junto a la carroza que trasladaba al féretro a la Iglesia, para misa de cuerpo presente.
Se llegó el anochecer y los restos de Roberto llegaban al cementerio, donde su familia le dio cristiana sepultura, junto a su abuelo, donde ahora podrá descansar en paz.