Sinaloa | 11/15/2017 | Ernesto Torres
Los Mochis, Sin.- La vida de Don Héctor Madrigal Valdez, cambió drásticamente hace 12 años, tras la muerte de 5 de sus familiares, quienes fallecieron en un accidente carretero entre el camión de pasajeros en el que regresaban a El Venadillo, y una pipa cargada de amoniaco en los cerros de Barobampo.
El solitario hombre, recuerda con tristeza momentos de angustia que vivió aquella tarde del 15 de noviembre del 2005, cuando su familia no regresaba, mientras escuchaba en la radio la noticia del accidente en las curvas de Barobampo.
Poco después, sus hijos le confirmaron que su esposa, doña Alma Elpidia González; su hija, Yazmín Herendida Madrigal González; la esposa de su hijo, Marisol Alcalá y sus nietos Javier Alexis y Carlos Magdiel Soto Madrigal, de 3 y un año y medio de edad, respectivamente, habían muerto en el camionazo.
Dijo sentirse como en una pesadilla de la que no despierta; que su vida se había quedado sin sentido, pero que su hija Yazmín Herendida, tras su muerte en el accidente, dejó a; dos hijos con él, en ese entonces de 5 y 12 años, de quienes se hizo cargo e hizo crecer, actualmente ambos están casados.
Agudiza el dolor tras hijo "levantado"
Cuando parecía que todo le había pasado, el 31 de octubre del 2016, su hijo Javier Madrigal González, esposo y padre de dos de las víctimas del accidente, fue privado de la libertad en Coatzacoalcos, Veracruz, junto otros cuatro hombres; uno de ellos del Ejido Guillermo Chávez Talamantes, con el que se había mudado en busca de trabajo.
"Muy diferente, cuando está uno bien no falta como hacerle, pero cuando pasa algo así, hay un descontrol de uno, de la familia y de todo, hay ocasiones en las que me siento ahí (señalando una silla junto a su mesa) y a puro pensar cosas, aunque uno no quiera o diga que ya pasó mucho tiempo, no asimila uno las cosas, aunque lo miren a uno riendo, cuando se queda solo, le llega la tristeza y el desespero”, comentó Don Héctor.
Tres intentos fallidos al querer ir con ellos
Cuenta que lo más duro, fue cuando terminó todo, cuando los funerales concluyeron y la gente se fue, cuando la soledad lo invadió y el dolor lo consumía por dentro, al punto de intentar quitarse la vida en tres ocasiones.
Quizá la presencia de sus familiares avisaban, o quizá Dios aún no se lo quería llevar, asegura Don Héctor, quien intentó quitarse la vida tres veces, pero afortunadamente, en cada una de ellas alguien lo evitaba.
Lo hacía dice para “para dejar de sufrir y encontrarse con su gente”, llegaba alguien y lo salvaba, lo alejaba de donde estaba.
Han pasado años y el dolor persiste, el recuerdo se mantiene vivo y el amor por los suyos lo hizo salir adelante, debieron pasar meses de terapia para asimilar la pérdida que le marcó de por vida.
Las voces
“Yo al principio, como unas tres veces si me quería ir, me sentía solo, me sentía desesperado, las voces de los niños parecía que las traía en la cabeza, porque se siente uno solo, se siente triste; incapacitado para poder hacer muchas cosas”, reconoció.
Pese a que no tenía ánimos para levantarse en las mañanas, debía hacerlo; en su casa aún estaban sus pequeños nietos de 5 y 12 años, por quienes aprendió a cocinar, y entre su trabajo en el campo, debía darse tiempo para atender a los niños en casa.
Entre risas, recuerda cuántas veces se le quemaba la sopa y la volvía a hacer, hasta que le salía, dice “medio bien porque a uno no le sabe nada bueno”.
Don Héctor se convirtió en un ejemplo de lucha y fortaleza, para el resto de las familias de las 38 víctimas del accidente en los cerros de Barobampo, pues sólo se le habían ido cinco de sus familiares, “se habían ido las mujeres que son el color y el orden de todas las casas, pero también se fueron mis nietos, mis niños se llevaron la alegría que tenía”, recordó mientras afirmaba que su fe es lo único fuerte que le queda, porque está seguro que los suyos están con Dios y en un lugar mejor.
"Cuando uno está acostumbrado a que la mujer le haga todo, pues ahí se queda nomás mirando los sartenes, pone uno comida y muchas veces no le sale, se le quema, o si no sabe uno hacer comida pues no le sale nada bueno y aparte al mismo tiempo, yo tenía que hacerles comida a todos y también ir a buscarle, son cosas que Dios manda y ni quien le replique, al contrario darle gracias a Dios y pedirle que los tenga en un lugar bonito y bueno”, resaltó.
Lamenta sentir rencor en su corazón, pues asegura que es imposible no sentir cuando tristemente miraron cómo pasaba el tiempo y las empresas no se hicieron responsables, cómo se favoreció a otros menos a las víctimas, y de ver que a 12 años de la tragedia, no se ha hecho justicia.