País-Mundo | 09/27/2018 | Notimex
Ciudad de México.- En el verano de 1968, jóvenes de diversas edades, escuelas y clases sociales decidieron salir a las calles y hacer escuchar su voz para exigir al unísono libertad.
Esos jóvenes que dieron vida al movimiento estudiantil de 1968, hace 50 años abrieron camino para que la expresión y la democracia fueran parte de la vida política de México.
Y a pesar de ser víctimas, quienes hoy son sobrevivientes recuerdan esos días como un despertar de conciencia, que rompió las barreras existentes entre los llamados Pumas de la UNAM, los burros del IPN y estudiantes de otras universidades; fue tan grande ese despabilamiento que incluso llegó a tocar a las clases populares del país.
La unión de la juventud intelectual del país inició luego del famoso pleito entre estudiantes de las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cual provocó que el 23 de julio, elementos del cuerpo de granaderos ingresaran a las escuelas a agredir a los alumnos.
Sergio del Río, en ese entonces estudiante del IPN, recordó que esa violencia sin razón llevó a organizar una manifestación, el 26 de julio, convocada por parte de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), de la Plaza de la Ciudadela al Casco de Santo Tomás, donde los granaderos volvieron a aparecer para reprimirlos.
“Todos los eventos del 26 de julio nos llevan a pedir apoyo a los universitarios en Prepa 3; ellos no tenían nada que ver, estaban en clases, tranquilos y saliendo de clases les tocó la golpiza, entonces nosotros les pedimos ayuda y en ese momento, como por arte de magia, se rompió el viejo pleito que decían teníamos Politécnico y Universidad, acá se vio que éramos compañeros y que estábamos dispuestos a luchar”, compartió en un conversatorio realizado en El Colegio de México (Colmex).
En la memoria de este brigadista, ése fue el primer evento que marcó la desaparición de la división del estudiantado; “ese día, cuando logramos repeler a los granaderos en el primer ataque, fuimos a tomar camiones, les quitamos la gasolina y ahí empezamos a hacer nuestras primeras bombas molotov.
“Muchos ni sabíamos qué era esa onda, pero aprendimos en el movimiento con los Pumas como nuestros cuates del alma, porque nos defendieron”, señaló el actual miembro del colectivo Memoria en Movimiento, 1967-1971.
A esta unión entre estudiantes de diferentes niveles y carreras de la UNAM y el IPN se sumó El Colmex, que en ese entonces era una pequeña comunidad de unos 120 estudiantes y aproximadamente 30 investigadores y académicos, rememoró Miguel Ángel Rivera, quien fue parte del movimiento como representante de dicha institución.
Él coincide en que las agresiones contra los jóvenes tras el pleito de la prepa privada y la vocacional, “encendieron una mecha de interés sobre lo que estaba sucediendo en México” y llevaron a la creación del Consejo Nacional de Huelga (CNH), el 2 de agosto.
“El Colmex se organizó en una asamblea permanente y todos los días nos reuníamos para saber qué era lo que estaba pasando, las clases se suspendían y los profesores participaban activamente en nuestras asambleas; se formó un comité de lucha con representantes de cada centro para coordinarnos y participar en el Consejo Nacional de Huelga, que se reunía en Zacatenco”.
En esas reuniones, tanto internas como con otras escuelas, florecieron amistades que aún prevalecen y se determinó que sólo escuelas o facultades en huelga participarían en las asambleas del CNH, por lo que El Colmex sin dudarlo suspendió labores.
“Julio, agosto y septiembre del 68 hicieron, sin duda, uno de los periodos más extraordinarios de mi vida, afianzamos vínculos personales con casi todos los compañeros de El Colegio y marchamos juntos en todas las manifestaciones al Zócalo”, rememoró con nostalgia aquella época, en la que como brigadista pasaba horas en la calzada Vallejo e Insurgentes subiendo a los camiones, con volantes en mano, para informar a los pasajeros sobre el movimiento.
Como si fuera poco, está unión entre estudiantes fue más allá al tocar a una parte de la clase trabajadora del país; obreros, ferrocarrileros y amas de casa comenzaron a sentir simpatía por el movimiento que también luchaba por obtener una verdadera democracia.
José "Pepe" Sobrevilla, egresado de la Escuela de Economía de la UNAM y becado en El Colmex, en esos meses transitaba entre las dos instituciones educativas para asistir a los mítines y además salía a las calles, donde sintió el apoyo de la sociedad.
“Estuve actuando directamente en las brigadas, era lo que más me gustaba, y en las áreas populares estuvimos mucho tiempo, en la salida de los caminos, que iban hacía las orillas y en los suburbios de la ciudad; siempre tuvimos respuesta colaborativa; la gente nos apoyaba incluso con dinero, aunque no tuvieran”, mencionó.
Ese apoyo de la población mexicana además estuvo presente en los momentos más trágicos que vivió el movimiento, el primero de ellos el 13 de agosto, día que se convirtió en histórico, ya que por primera vez una manifestación llegaba hasta la Plaza de la Constitución.
Lamentablemente, la violencia volvió a dominar ; ese día, “nosotros salimos adelante del Ejército, en ese momento nos desviamos en una calle y una persona que estaba en el estacionamiento nos abrió, nos protegió, y pasamos al baño, para muchas compañeras ésa fue la primera vez que entraron a un baño de hombres, ése es un ejemplo de la apertura que trajo el 68”, evocó Sobrevilla, quien destacó como un consiente activista.
Y a pesar de que se intentó desprestigiar la lucha de los estudiantes, al ser acusarlos de comunistas y saboteadores de los Juegos Olímpicos, que se realizarían en octubre de ese año en el país, así como de atacar la Catedral Metropolitana y de quitar la Bandera nacional, la solidaridad del pueblo siempre estuvo presente, según relató Sergio del Rio en una mesa de diálogo dedicada a los integrantes del movimiento estudiantil.
“Nuestro movimiento fue popular porque las personas, habitantes de Tlatelolco y de las colonias alrededor del Casco de Santo Tomás, siempre estuvieron con nosotros; los vecinos siempre estuvieron a nuestro lado, nos procuraron cosas para defendernos”, narró.
Ese apoyo también se sintió el 2 octubre, fecha en la que la represión golpeó con tanta fuerza, que las balas logran silenciar esas voces que gritaban libertad en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
Ahí donde quedó la sangre, que horas después se diluyó por la lluvia, los vecinos expusieron su seguridad y la de sus familias con tal de salvar o ayudar a alguno de los heridos, que minutos antes habían defendido con palos, tubos y piedras su derecho a la expresión y a la libertad.
Ese día, recapituló Del Río, no era un día normal para el movimiento; “para nosotros, el 2 octubre no era un mitin común; nosotros queríamos ir a Santo Tomás a que nos regresarán el Casco. Entonces lo que planeamos era el mitin, luego la marcha e ir por nuestra escuela, pero ya no pudimos”.
Así, con la fuerza mortal de las balas, el movimiento estudiantil de 1968 se apagó de un solo golpe. No obstante, la mayoría de sus miembros recuerdan los buenos momentos, tal como lo hace Miguel Ángel Rivera, quien, como muchos otros jóvenes, pagó con su liberad ser parte de esa lucha por la transformación de México.
En esos días, “nos sentíamos vivos, emocionados y orgullosos de participar en el movimiento; creo que nunca en mi vida he segregado tanta adrenalina durante tantos días y tantas noches”, compartió como parte de sus memorias de esa época.