Internacional | 03/24/2023 11:43:00 a. m. | Luz Noticias
Una gran idea tuvo Stanley Meyer, la cual iba a revolucionar el mundo automotriz, aquí te contamos su historia. Stanley Meyer que tuvo uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX, pero quedó en la nada.
El hombre era un intelectual de la materia automotriz y llegó a crear un sistema para que los vehículos funcionen solo con agua. Durante una cena con unos empresarios interesados en su invento, murió repentinamente. Según denunció su hermano, fue envenenado.
Stanley Meyer aparece en numerosos sitios de Internet. Una parte del documental de 1995 «It Runs on Water», transmitido por la BBC, se centra en su invención de «célula de combustible de agua».
Stanley Meyer nació el 24 de agosto de 1940 en Ohio, Estados Unidos. De joven pasó la mayor parte de su vida en East Columbus, Ohio. Más tarde, se mudó a Grandview Heights, donde fue a la escuela secundaria.
Desde joven siempre le gustaba probar cosas e intentaba hacer cosas nuevas. «Stanley era carismático y persuasivo, siempre estábamos construyendo algo», dijo su hermano Stephen Meyer en un documental de la BBC, y agregó:
Stanley pensó en pegar el golpe y lo logró, estuvo muchos años intentando crear un automóvil que pudiera traer algo revolucionario al mercado. Después de muchos años de investigación diseñó una «celda de combustible» que podría usar agua como combustible en lugar de gasolina.
A Meyer se le ocurrió la idea debido al precio del petróleo, que se había triplicado en el mercado mundial. Durante los 70, el gobierno de Estados Unidos estaba bajo una gran crisis. Por lo tanto, muchas empresas quebraron y la industria automotriz estadounidense sufrió un gran golpe.
Su teoría consistía en romper la molécula del agua a base de impulsos positivos de kilovatios, en frecuencias de entre 10 y 15 kiloherzios. Tras esto, la mezcla se inyectaba en el motor que volvía a producir agua.
Ni siquiera era necesario recargar el motor con más líquido, debido a que el componente que salía del tubo de escape volvía a reciclarse en agua de forma autónoma, y solo eran necesarios 7,4 microlitos de agua por cada explosión para generar 50 caballos de potencia.
Los científicos que estudiaron el invento se sorprendieron ya que lo que bautizaron como la célula de Meyer, que permanecía en frío incluso después de horas de producción de gas, funcionando con pocos miliamperios, en lugar de amperios, como la electrolisis convencional.
Un vehículo equipado con este sistema llegó a participar en una carrera en Australia con un recorrido de 1.800 millas y su rendimiento fue más que satisfactorio. Además, en caso de colisión, el motor no explotaría puesto que no transportaba hidrógeno.
Parecía ser todo un éxito: Stanley presentó su invento y se lo consideró el segundo mejor inventor del siglo, detrás de Edison. Según Meyer, su dispositivo podría funcionar casi sin costo.
Mucha gente apreció el trabajo de Meyer y sostenían en que su «coche de agua» era uno de los inventos más grandes del mundo. Uno de esos creyentes fue un juez llamado Roger Hurley.
El 20 de marzo de 1998, Meyer tuvo una reunión con dos inversores belgas interesados en su revolucionario «coche de agua». La cita de negocios, la cual Stephen Meyer tambien fue partícipe, se llevó a cabo en el restaurante Cracker Barrel.
En la mesa, todos tuvieron un brindis después de lo cual Stanley salió corriendo agarrándose la garganta. Inmediatamente después del primer sorbo, de repente se levantó como si se hubiera vuelto loco, se llevó las manos al cuello, salió corriendo al estacionamiento, se desplomó en el suelo y pronunció sus últimas palabras «ellos me envenenaron».
La muerte repentina de Stanley Meyer fue toda una sorpresa. Steve Robinette, el detective principal del caso, recopiló los testimonios de todos en el estacionamiento.
Durante la investigación, se le hizo un análisis toxicológico al cuerpo de Meyer, que no dio resultados significativos. El detective habló con el forense, que atribuyó su muerte a un aneurisma cerebral, compatible con episodios previos de hipertensión. En apenas tres meses se cerró el expediente: «Muerte por causas naturales».