Sinaloa | 02/05/2024 08:43:00 p. m. | Ernesto Torres
Cuando perdió toda la esperanza de salvarse del terrible accidente registrado el pasado martes 30 de enero en la Maxipista, uno de los pasajeros recuerda haberse quedado sin fuerzas por la intoxicación al inhalar humo, pero tiró un último golpe con el puño a la ventana y con ese se rompió, milagrosamente, dice, apenas y lo tocó y ese golpe le salvó la vida. «Dios es muy grande», narra.
Se trata de Juan Carlos Castro Cinco, un hombre que viajó a Guadalajara a una fiesta familiar y que regresaba a Los Mochis en los asientos 11 y 12 de la parte de arriba, junto a las escaleras, y desde donde le tocó luchar por su vida, y quien rompió un segundo cristal del camión 502 de los Norte de Sinaloa a la altura de la tercera fila.
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Él recuerda al otro hombre de Guadalajara, a quien José Alfredo Jiménez, otro pasajero, le llamó «un ángel», porque logró, junto con un pasajero de Mocorito, romper un primer cristal de la ventana en la parte trasera y por donde se salieron la mayoría de los sobrevivientes.
Dice que se llama Juan y quien, coincide, solo permaneció unos minutos en el sitio mientras observaba cómo ardía el camión y después se retiró.
Juan Carlos dice que estaba dormido y despertó con el impacto, pero por fortuna logró reaccionar a tiempo y se tomó de donde pudo para no salirse de su asiento.
Él es uno de los 24 sobrevivientes, pero es un segundo hombre que podría decirse salvó la vida de cuatro personas más, pues logró romper un cristal cuando las llamas prácticamente envolvían el interior del autobús.
Cuenta que no sabe la cantidad de veces que golpeó el cristal con el martillo que estaba colocado sobre él mismo y con el que supuestamente debían romperse, pero todo el esfuerzo era inútil, aún con los golpes y las patadas, al grado que se ya no tenía fuerzas y hasta había perdido las esperanzas de poder salir con vida.
Luego de esto, se hincó en el asiento y ahí recargado al respaldo, empujaba con el brazo y el peso de su cuerpo, pues el humo era asfixiante y las llamas estaban cerca de él, pero un último golpe que, según recuerda, fue sin fuerzas e insignificante, el cristal tronó y se reventó, ahí solo le dio tiempo para ponerse a salvo y voltear atrás.
Juan Carlos Castro Cinco dice recordar claramente a dos jóvenes que intentaron salir pero no pudieron, que estaban tranquilas la última vez que logró verlas, pero que desafortunadamente perdieron la vida.
Asimismo, dice que aún cuando escuchaba los gritos de los pasajeros, el desespero y el llanto de un niño, él se enfocó en quebrar el cristal, el otro por donde logró salir junto a cuatro personas más antes de que el camión fuera consumido por el fuego, lo cual pasó en menos de 2 minutos, pero previamente el interior estaba lleno de humo.
Actualmente el pasajero dice sentirse aturdido y que aún no logra asimilar lo que pasó, y menos aún cómo fue que cuando se había dado por vencido, porque ya no tenía fuerzas, casi con tocar el cristal se rompió, por lo que dice «no cabe duda que Dios es grande».