«Dios me puso en ese lugar; me senté porque ahí siempre está el martillo»: héroe que salvó a casi 20 pasajeros

Policiaca | 02/06/2024 09:25:00 p. m. | Ernesto Torres

Juan Antonio Bernal Jasso rompió el cristal por donde salió la mayoría de los sobrevivientes del camionazo de Elota.

«Dios me puso en ese lugar porque ese no era el mío», expresó Juan Antonio Bernal Jasso, un hombre de 57 años de edad originario de Guadalajara, a quien los sobrevivientes del fatal accidente donde 23 personas perdieron la vida le han llamado «un ángel», porque fue quien rompió un cristal por donde salió la mayoría de los pasajeros que ahora viven para contarlo.

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El tapatío que para muchos es un ángel se dedica a trasladar carros nuevos de agencia en agencia en todo el país, pero que ese día se dirigía a Guasave por un vehículo para llevarlo a Guadalajara, sin pensar que prácticamente volvería a nacer al salvarse del camión 502 de los Autotransportes Norte de Sinaloa, en el que no era la primera vez que viajaba a Sinaloa, línea en la que, pese a lo ocurrido, asegura que él seguirá viajando.


Don Juan Antonio dice que al saltar del camión de inmediato marcó a los servicios de emergencia, y fue minutos más tarde que lo contactaron de nuevo y le pidieron la ubicación vía WhatsApp; de este modo los primeros en llegar a confirmar fueron los elementos de la Guardia Nacional.  

Después recuerda haber prestado su celular para que los sobrevivientes que perdieron su teléfono en el incendio se comunicaran con sus familiares.

Se cambió de asiento

«Dios me puso en ese lugar porque ese lugar no era el mío. Bueno, esa línea de camiones tiene dos autobuses de doble piso (ahora solo uno), y en sí mi lugar era donde venía la persona que entrevistaron también, pues gracias a Dios me puse en el otro lado, y que me dio fortaleza para poder ayudar a la demás gente. Siento una satisfacción, pero a la vez tristeza y pena, consternado de oír los gritos de la gente y no poder hacer más, de dos niños que venían y la gente pedía auxilio, ayúdennos, no nos dejen aquí, y por eso no he podido dormir. A mí me están llevando con un psicólogo y ahora sí que Dios tenga a esa gente en su santa gloria», señaló.

Explicó que, en su experiencia, los camiones cuentan con cuatro martillos entre los asientos del 28 al 30, dos de cada lado, en forma de zigzag, y que él compró el asiento número 28 pero era pasillo y se sentó del lado de la ventanilla.

Después, al subir Saim, el pasajero del ejido Chávez Talamantes y que era quien compró ventanilla, decidió no quitarse, pues pareciera que presentía algo, por lo que tampoco se durmió.


«Yo siempre viajo en muchos autobuses, siempre me pongo ahí porque sé que esos autobuses traen martillo ahí en las ventanas, y gracias a eso estamos aquí todavía con vida, gracias a Dios. Siempre busco yo ese lugar, entre 28 y el 30; vienen siempre los autobuses con 4 martillos, dos de cada lado, pero en tipo zigzag. Y fue lo que me preguntaron los pasajeros, que cómo o dónde agarré el martillo, y les expliqué que lo tomé del autobús; además, no es la primera vez que yo tengo un accidente, aunque fuerte nomás este. He tenido volcaduras y choques y ya sé eso, yo por eso me pongo de lado donde está el martillo para cualquier cosa o cualquier situación rápido hacer como pasó», explicó.

Narra que como iba despierto, porque desde que subieron los cuatro en Escuinapa ya no pudo dormir, eso le ayudó a pensar y reaccionar de inmediato.

Juan Antonio Bernal Jasso recuerda hasta el ruido del frenado, de cuando se amarró el autobús y se atravesó en la Maxipista. Un par de segundos después vino el impacto que él ya esperaba y rápido le gritó a los pasajeros para que despertaran, que comenzaran a buscar los martillos que él sabía que debían ser cuatro.

Recuerda que no podía romper el cristal por el polarizado, pero mientras eso ocurría él insistía en que rompieran más ventanas porque el autobús se llenaba de humo y las llamas comenzaban a alcanzar a algunos pasajeros.

Comenta que a las víctimas mortales les ganó el miedo y la desesperación y que por eso no lograron salir, que cuando vieron que él y el vecino de Mocorito quebraron una ventana, se amontonaron para salir por ese sitio y no buscaron más alternativas.

Pero que ahí cada quien peleaba por su vida, al grado que la última mujer que se salvó subió a la ventana para saltar y los pasajeros la jalaban luchando por ser ellos quienes se salvaran.


Fue hasta que otro hombre prácticamente les arrebató a la señora y la jaló hacia afuera, después ya nadie logró llegar a la ventana.

«A la hora del accidente sentí el amarrón y el golpe y en eso ya vi las llamaradas, y yo le grité a la gente "despierten, quiten los martillos de las paredes de las ventanas para poder salir", yo pienso que se amontonaron porque vieron la ventana que ya había quebrado y quisieron salir todos por acá, pero ya las llamas las teníamos encima. Una de las señoras, la última que salió del autobús, la estaban jalando hacia dentro por la desesperación de salir, a ella la jalaban los pasajeros, y otra de las personas fue y la jaló a ella y la sacó del autobús. Pero sí fue cosa de minutos cuando el camión ya estaba envuelto en llamas», narró.

En busca del ángel 

Su familia se enteró por los noticieros de la tragedia y al ver que su nombre aparecía en la lista de inmediato lo contactaron, y él solo pensaba en regresar a casa y abrazar a su familia.

Y es que mientras golpeaba el cristal, dice que su único pensamiento era en su familia, que si moría les diera fuerzas para seguir y que lo pudiera llevar de regreso con ellas.


A una semana del accidente, dice recordar todo como si recién hubiera ocurrido la tragedia; la desesperación y el pánico al escuchar los gritos y lo caliente del fuego, por lo que ahora asegura que solo Dios sabe por qué él estaba ahí para ayudar a estas personas.

«Fue de pánico, porque se miraban las llamaradas y sentíamos lo caliente encima; yo sentía lo caliente y la desesperación y el humo. Al salir del autobús allí abajo me dijeron muchas gracias, que era un héroe, y le dije que gracias al señor de allá arriba que me dio fortaleza para poder ayudarlos a salir. Y no queda más que agradecer mucho a Dios, porque un héroe yo no soy, todo lo hice por amor, porque son vidas humanas las que se perdieron», finalizó.

Cuestionado sobre por qué se retiró, respondió que una vez afuera del autobús, miró un par de minutos cómo las llamas lo envolvían y no pudo seguir escuchando los gritos de desesperación de los pasajeros que no lograron salir, gritos que aún suenan dentro de su cabeza.

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