Así se quejaban los «gringos» de la música de banda en Mazatlán en 1873

Sinaloa | 04/03/2024 08:37:00 a. m. | Adriana Ochoa

El relato de Edwards ilustra las inesperadas sorpresas que aguardaban a los visitantes en aquellos días.

De acuerdo a una publicación en redes sociales de Ferh Escobar, hace más de 150 años una pareja originaria de Estados Unidos, visitó el Puerto de Topolobampo, pero todo salió mal, ya que se quejaron de la música de banda, el calor y la incomodida de la habitación, conoce la historia aquí.

En un viaje que prometía ser de descanso y deleite, el comediante estadounidense Henry Edwards y su esposa se vieron sumergidos en una experiencia auditiva que no esperaban cuando arribaron a Mazatlán en los primeros días de enero de 1873.

Hospedados en el Hotel Nacional, su encuentro con la música de banda, típica de la región, les dejó una impresión que no dudaron en plasmar.

«La primera noche en Mazatlán fue sin lugar a dudas excepcional. Fuimos condenados a experimentar tantas cosas, tales como el cantar de gallos, que comenzó desde el ocaso y continuó hasta mucho después del alba. A veces los perros empezaban a ladrar en coro y lo hacían por intervalos toda la noche; peor aún, ocasionalmente un hombre con organillo era contratado por alguno de los cargadores y otros de los vecinos de los muelles para remoler sus miserables notas toda la noche para su especial gratificación. A veces toda una banda vendría a dar serenata a alguna señorita en su día de fiesta y traquetearía hasta el amanecer», relataba Edwards en sus notas, recogidas por el historiador Jesús Antonio Lerma Garay en su obra «Historia de Mazatlán».


Mazatlán en los años 60. | FOTO: Temática/Luz Noticias.

Mazatlán no era tranquilo:

El relato de Edwards ilustra las inesperadas sorpresas que aguardaban a los visitantes en aquellos días. Para los extranjeros, acostumbrados a una tranquilidad nocturna, el bullicio y la música incessante resultaban desconcertantes.

Aunque en muchas culturas la serenata era una expresión romántica, para Edwards y su esposa, esta tradición resultaba más bien intrusiva, añadiendo una capa de dificultad al descanso nocturno.

Es interesante notar cómo la respuesta a las quejas de los forasteros era una suerte de resignación, como si el ambiente animado y ruidoso fuera una característica insuperable de la vida en Mazatlán.


FOTO: Ferh Escobar.

«¡Oh! Ya se acostumbrarán. Todos dormimos así en Mazatlán»

«Es demasiado caliente para dormir en camas o colchones y, en cuanto a las pulgas, no son peores que las de otros países cálidos; siempre dan problemas a los recién llegados», les decían, como si la música estridente y las incomodidades fueran parte inherente de la vida en la región.

Así, el relato de Edwards nos transporta a una época en la que Mazatlán emergía como un destino turístico, pero también nos recuerda las diferencias culturales que podían desencadenar experiencias tan disímiles para los viajeros.

La música de banda, hoy una parte integral de la identidad de Mazatlán, fue entonces motivo de queja para algunos de los visitantes extranjeros, ilustrando cómo la percepción de lo "típico" puede variar radicalmente según el trasfondo cultural de quien lo experimenta.

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