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De la mano, con fe y devoción en el día de la Virgen, Santiago y Cristina caminan hacia La Lomita en Culiacán
Santiago de 74 y Cristina de 69 subieron los 144 escalones de la Lomita para agradecerle la vida.
Cuarenta y ocho años tejieron sus días, tres veces la muerte tocó su puerta, pero la vida, constante, se aferró a ellos, como Santiago se aferra a la mano de Cristina, en cada uno de los 144 escalones que conducen a la Lomita, para celebrar la aparición de la Virgen de Guadalupe como cada 12 de diciembre.
Él, con 74 años de edad, sin sentir el peso de sus pies, sin saber si camina descalzo o calzado, sobrevivió al bramar del cáncer, a los fríos metales que ahora habitan su columna y a la prótesis que su cuerpo aprendió a aceptar. Pero es la neuropatía, cruel e insensible, la que más le roba el aliento de sus piernas.
Antes, Santiago era agua y viento: corría, nadaba, vivía en movimiento.
Hoy, ese legado de fuerza, le sostiene aún en la quietud.
Cristina de 69 años, es su pilar y fortaleza, quien agradece cada día a la Virgen, esa madre eterna que los guía, desde su altar en la Lomita y su hogar.
"El secreto", murmura Santiago, para cuarenta y ocho años de casados, "es cariño y discusiones".
Cristina, con fe inquebrantable, añade recordando todas las veces que estuvo a punto de perderlo: "Dios aún no te ocupa".
En su andar, más que el dolor, brilla la fe, esa luz que los une, que les permite, aún en las pruebas, caminar de la mano hacia la eternidad.
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