México

Frases que confirman que fuiste niño de "clase media" en México

Ahora con el paso del tiempo cuando algunas personas mencionan las frases con las que crecimos, provoca una mezcla de nostalgia

Más allá del tono con el que se decían, contenían  lecciones prácticas que se transmitieron de generación en generación
Más allá del tono con el que se decían, contenían lecciones prácticas que se transmitieron de generación en generación

Crecer en una casa de clase media-baja en México es algo miles de familias han vivido a lo largo de los años al pasar tiempo en casa de los abuelos donde desde pequeños hemos escuchado ciertas frases, rutinas y costumbres que han sido parte de nuestra vida cotidiana.

Cuando uno va creciendo y darse cuenta de las cosas, los integrantes de las familias entendían cuando las cosas estaban o no bien en cuestión económica, donde siempre los abuelos o papás expresaban algunas frases que quedaron marcadas en nuestra memoria para siempre.

Ahora con el paso del tiempo cuando algunas personas mencionan las frases con las que crecimos, provoca una mezcla de nostalgia, donde recordamos como eran esos tiempos en las casas de todo México en los años 90's y 2000's.

¿Cuáles son las 4 frases más típicas de clase media-baja en sus casas?

Más allá del tono con el que se decían, contenían  lecciones prácticas que se transmitieron de generación en generación. A continuación, cuáles son esas históricas frases.

1. Apaga la luz, que no somos ricos

Pocas frases reflejan mejor la mentalidad de la clase media-baja que esta. Encender la luz de una habitación vacía era motivo de aviso inmediato. No se trataba sólo de  ahorrar electricidad, sino de cuidar cada gasto doméstico como si fuese crucial.

Los padres repetían esta advertencia con tono firme, casi automático. La factura de la luz era un tema serio en muchos hogares, y  dejar una bombilla encendida sin necesidad parecía un lujo innecesario.

Este tipo de frases enseñaban, sin necesidad de manuales, la importancia de no desperdiciar recursos. Eran pequeñas lecciones de economía doméstica, aprendidas a base de insistencia diaria.

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2. El dinero no cae de las nubes

Otra expresión habitual en los hogares de clase media-baja. Surgía en todo tipo de situaciones: al pedir un juguete nuevo, ropa de marca o cualquier capricho fuera del presupuesto. Era  una manera directa de recordar que conseguir dinero requería esfuerzo, y que no todo era posible de inmediato.

La frase transmitía una visión muy clara de la economía familiar. No había espacio para gastos impulsivos ni para grandes lujos. Cada euro tenía un destino pensado y, muchas veces, era necesario priorizar necesidades sobre deseos.

Escuchar esta frase durante la infancia era común y, con el tiempo, acababa calando profundamente en la forma de ver el dinero en la edad adulta.

3. No podemos permitirnos eso y/o Eso no se puede

Sencillas, breves y contundentes. Ambas expresiones eran la respuesta habitual ante  planes, compras o viajes que quedaban fuera de alcance. Para muchos niños de hogares de clase media-baja, escucharla era una realidad constante.

No siempre venía acompañada de largas explicaciones. A veces bastaba esa frase para cerrar el tema y seguir con la rutina diaria. Representaba, en el fondo, una mezcla entre limitaciones económicas y sentido práctico.

Con el paso del tiempo, esta negativa se transformaba en un recordatorio silencioso de que había que adaptarse a lo que había, sin esperar grandes cambios de la noche a la mañana.

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4. Guarda eso, que todavía sirve

En muchos hogares de clase media-baja, nada se tiraba a la primera. Ropa heredara, muebles remendados, objetos arreglados una y otra vez. Esta frase aparecía constantemente: ante un jersey con un pequeño agujero, un electrodoméstico viejo o un juguete roto que aún podía repararse.

La mentalidad era clara:  aprovechar al máximo cada cosa. No era simple acumulación, sino una manera lógica de estirar el presupuesto familiar. Antes de comprar algo nuevo, se exploraban todas las posibilidades de reutilizar lo que ya se tenía.

Este hábito generó generaciones enteras con una gran capacidad para improvisar, reparar y reutilizar. Era una cultura doméstica basada en la practicidad, forjada por necesidad.

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