México
Hace unos años, México intentó cambiar a Santa Claus por Quetzalcóatl
El candidato a reemplazarlo no venía del Polo Norte, sino del pasado más profundo de Mesoamérica: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada.

En algún punto del México de los años treinta, mientras el país se reconstruía tras la Revolución, alguien en el gobierno hizo una pregunta impensable para la época y todavía hoy:
¿por qué celebrar la Navidad con un personaje que no nació aquí?
Así, en pleno diciembre, Santa Claus estuvo a punto de perder su lugar en el imaginario infantil mexicano. El candidato a reemplazarlo no venía del Polo Norte, sino del pasado más profundo de Mesoamérica: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada.
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Una Navidad con identidad nacional
- Corría 1930 y México atravesaba una intensa etapa de afirmación cultural.
- El Estado impulsaba el rescate de símbolos indígenas como parte de un proyecto nacionalista que buscaba marcar distancia de las influencias extranjeras, particularmente de Estados Unidos.
Desde la Secretaría de Educación Pública surgió entonces una propuesta que hoy parece sacada de una novela surrealista: reformular la Navidad desde una visión mexicana, donde los niños aprendieran historia y raíces culturales, incluso en las fiestas decembrinas.
La figura de Santa Claus, cada vez más presente en escaparates, revistas y celebraciones, fue vista como un símbolo ajeno. En su lugar, se planteó que Quetzalcóatl adaptado a una lectura moderna y pedagógica encabezara las celebraciones para la infancia.
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Del aula al ritual
La idea no se quedó en el papel. Documentos oficiales, materiales educativos y publicaciones de la época comenzaron a sugerir una Navidad distinta, con referencias al mundo prehispánico y a la herencia indígena como parte del aprendizaje escolar.
El experimento alcanzó su punto más visible unos días antes de la Nochebuena, cuando el Estadio Nacional de la Ciudad de México se transformó en un escenario ritual. En lugar del trineo y los renos, se montó una estructura que evocaba un templo prehispánico, desde donde se repartieron regalos a los niños asistentes.
Crónicas periodísticas relatan un ambiente peculiar: árboles de Navidad iluminados, procesiones, danzas, ceremonias simbólicas y representaciones que rendían homenaje a la serpiente emplumada. Todo bajo la mirada del Estado, que buscaba educar mientras celebraba.
El choque con la fe y la tradición
Pero no todos aplaudieron la iniciativa. En un país que aún resentía las heridas de la Guerra Cristera, la propuesta generó molestia entre sectores que consideraban inapropiado mezclar una deidad prehispánica con una celebración cristiana.
Las críticas no tardaron en aparecer y el experimento, aunque llamativo, no logró desplazar a Santa Claus del todo. Con el tiempo, la Navidad mexicana siguió siendo una mezcla de influencias: religiosas, comerciales, extranjeras y locales.
Una historia que parece leyenda
Hoy, aquel intento de mexicanizar la Navidad se recuerda como una de las anécdotas más insólitas del México posrevolucionario. No cambió las tradiciones, pero dejó una huella curiosa en la historia cultural del país.
Porque sí, hubo un diciembre en que Quetzalcóatl estuvo a punto de repartir regalos, y Santa Claus, al menos por un momento, pareció quedarse sin invitación.
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