¿Cómo se originó el café de olla en México?

11/19/2025 08:34:00 a. m.

El café de olla, una de las bebidas más representativas de la tradición culinaria mexicana, tiene una historia que combina migración de ingredientes, creatividad popular y el contexto bélico de la Revolución. Aunque su receta puede variar entre regiones, su esencia se mantiene: café hervido en olla de barro con piloncillo y canela.

De los ejércitos revolucionarios a los hogares mexicanos

De acuerdo con diversas versiones históricas, la preparación del café de olla surgió entre 1910 y 1917, en plena Revolución Mexicana.

Las "Adelitas", encargadas de alimentar a las tropas, mezclaban café molido, piloncillo —como fuente rápida de energía— y canela, aprovechando ingredientes accesibles y fáciles de transportar.
La bebida resultante ofrecía calor, vigor y resistencia en las noches frías y en las largas marchas sobre caminos polvorientos.

Con el tiempo, la infusión también encontró un lugar en los velorios y en las madrugadas heladas de las comunidades rurales, donde su aroma a canela, clavo, cardamomo o cáscara de naranja aportaba consuelo a quienes velaban o esperaban el amanecer.

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Una historia que comenzó mucho antes

Aunque la versión revolucionaria es la más popular, el origen del café de olla se entiende mejor al revisar la llegada de sus ingredientes a la Nueva España.

El cronista Salvador Novo documenta en Historia Gastronómica de la Ciudad de México que el café era un producto de importación en el siglo XVIII. Primero arribó a Haití en 1715 y, posteriormente, se registró su presencia en México hacia 1790. Sin embargo, su consumo era escaso debido a la preferencia virreinal por el chocolate y el atole.

Paralelamente, las importaciones españolas trajeron consigo especias como la canela, el clavo y el cardamomo, influenciadas por siglos de intercambios con Medio Oriente. A la par, el cultivo de caña en México impulsó la producción de piloncillo, que paulatinamente sustituyó a la miel en diversas bebidas.


Los cafés: espacios de conspiración y democratización

Durante el siglo XIX, proliferaron los cafés en la capital. La investigadora Victoria Aupart señala que estos espacios se convirtieron en puntos de reunión "democráticos", abiertos a cualquiera sin invitación, a diferencia de las tertulias privadas. Algunos incluso funcionaron de manera clandestina y fueron escenario de discusiones independentistas.

En paralelo, la bebida se popularizó en las calles gracias a mujeres que instalaban fogones y ollas de barro para vender café caliente a los transeúntes, una práctica que sentó las bases del café de olla urbano.


Del campo a la mesa mexicana

Hoy, el café de olla se mantiene como una bebida emblemática cuya preparación en barro aporta un sabor distintivo e inconfundible, recordando su origen humilde y colectivo, forjado entre tradiciones, rutas comerciales y la historia viva de México.

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